¿Eres tú el cireneo?
En la cuesta del Calvario, Cristo clama con el alma,
cireneos que le ayuden, los hombres de largo pasan.
Ni la sangre que le cubre, ni tres caídas a tierra,
mueve el alma de los hombres, todos ellos le reniegan.
“Ayudadme en esta carga, que yo solo ya no puedo,
me pesa el dolor de los pobres y el cansancio de los buenos.
Los más nunca fueron hombres , el mundo los mató al nacer,
¡por Dios!, echadme una mano, que yo solo no podré”.
Un curioso se ha acercado, llevado por el gentío,
y un soldado le ha arrastrado a que ayude al reo caído.
A la fuerza y con violencia, ¡uno! su cruz compartió.
Ni al morir recibió ayuda, aquel que a todos salvó.
Hoy son muchos los que buscan la ayuda de un cireneo
y al igual que con Jesús exclamamos: “es un reo”.
Continuaremos camino, fingiendo buscar a Dios,
en tanto un cristo caído, con su cruz atrás quedó.
“Ayudadme en esta carga, que yo solo ya no puedo,
me pesa el dolor de los pobres y el cansancio de los buenos.
Los más nunca fueron hombres , el mundo los mató al nacer,
¡por Dios!, echadme una mano, que yo solo no podré”.
Meditación ate la Cruz, Brotes de Olivo